Tanto para el caso chino como para el español, en su origen fue determinante la inherente multiculturalidad de los territorios en los que nacieron, y en este apartado mostraremos cómo esta singularidad también lo fue en su posterior evolución. En ambos casos, en un primer momento sería suficiente con la existencia de una variedad que satisficiera las necesidades comunicativas básicas. Sin embargo, en la medida en que varias comunidades pasaron a formar parte de una misma organización socio-política aumentó también el número de funciones que a esa lengua franca se le otorgaban. En este proceso se hizo necesario no solo la habilitación de una lengua franca, sino también su estandarización y normativización, ya fuera de forma tácita o expresa. Y, dicho proceso, dará lugar a lo que llamamos lengua estándar.
Tanto en el caso chino como en español existen divergencias entre las hablas septentrionales y meridionales, por lo que la
pregunta esperable es si fueron las variantes de las hablas septentrionales, de
las meridionales o una mezcla de ambas las que constituyeron la base de la
lengua estándar.
Y todos los amantes abogados en la península la koiné castellana fue el primero
en conocer un proceso de regularización cercano lo que hoy entendemos por
estandarización. Tal hecho se debe en gran medida a la actividad de la Escuela
de Traductores de Toledo cuya actividad evidenció la necesidad de crear un
modelo de lengua.
La primera cuestión que surge en torno a la norma del chino
es la de su propia existencia, pues no sólo se tiene la visión de una comunidad
hablante que comparte una lengua sumamente dialectalizada, con los problemas de
comunicación que ello implica, sino que con frecuencia se afirma que hasta el
siglo XX no existía un modelo de lengua estándar para el chino. Pero dicha
visión tiene algo más de mítico que de realidad, pues la escritura antigua,
cuya escritura y forma debía ser conocida por todo aquel que se considerará
"culto", habría adquirido la función de la lengua estándar durante la
mayor parte de la historia de China. Anteriormente toda persona culta debía
escribir conforme a la lengua de los clásicos, la cual, por tanto, actuaba como
modelo de lengua estandarizado.
El problema es que el wenyan, nombre
con el que se conoce al chino clásico, puede mostrar un estilo, un paradigma
léxico y un modelo de gramática, pero no un modelo de pronunciación. Debido al
hecho de que se trata de una escritura logográfica, en los textos no se refleja
característica fonética alguna, por lo que su lectura podía variar
considerablemente según la procedencia y tiempo histórico del hablante.
Hay que añadir que hasta la llegada del budismo a China no existía un sistema
de transcripción fonética para el chino, por lo que la única forma de indicar
la pronunciación de los caracteres consistía en su comparación con caracteres
homófonos. El auge del budismo y la necesidad de traducir sus textos sagrados al chino
propició el desarrollo de los estudios fonéticos, y fruto de ello fue la
creación del sistema fanqie en la
primera mitad del siglo III, que permitió no sólo describir fonéticamente la
lengua china, sino también compararla con otras, como por ejemplo, el
sánscrito. A partir de este importante descubrimiento proliferaron no sólo los
tratados de fonética, sino también los diccionarios en los que significaba la
pronunciación de las distintas unidades, y la compilación de los caracteres
según sus características fonéticas.
Pese a estos avances metodológicos y el florecimiento de los estudios fonéticos,
uno de los principales problemas para la normativización de la lengua hablada
fue la existencia de notables diferencias en la descripción del modelo de
lengua, debido, fundamentalmente, a la influencia del dialecto de los
respectivos autores.