Español
Hasta finales del s. XV las características del
habla de Toledo fueron consideradas como modelo de lengua normativo. Una
variedad de lengua con prestigio suficiente como para convertirse en el modelo
a seguir en las producciones escritas y entre cuyas singularidades destacan la
distinción, sílabas sibilantes, aspiración de la labiodental inicial latina y
la distinción entre la bilabial oclusiva y la fricativa. Sin embargo, la
reorganización del sistema fonético escindió la Península en dos grandes
variedades dialectales, separadas actualmente de forma simbólica por la
iglesia que conforma la aspiración o pérdida de la /s/ en posición implosiva,
[ehtáh] /vs/ [estás].
A diferencia de las hablas septentrionales, en
la gran parte de las hablas meridionales se produjo la neutralización de la
apicoalveolar y la dental dando lugar al seseo y al ceceo según la
neutralización se produzca a favor de una y otra.
La
pérdida de la aspiración de la /f/ inicial latina, la reorganización de las fórmulas de
tratamiento, entre otros, fueron otras de las modificaciones que se
produjeron a lo largo de toda la Edad Media y Renacimiento en las hablas
septentrionales. En las hablas meridionales se mantuvieron rasgos del español
medieval. Algunos de los rasgos septentrionales se extendieron hacia el sur,
así, es fácil encontrar rasgos del español hablado en León, Cáceres, Mérida o
Badajoz, mientras que las innovaciones meridionales no alcanzaron las ciudades
del centro-norte peninsular, aunque sí Canarias y los territorios americanos.
Por otra parte, si en las hablas septentrionales
las ciudades de Valladolid y Madrid eran centros de prestigio e irradiadores de
modelo lingüístico, las variedades meridionales españolas también contaban con
un importante irradiador, Sevilla.
Pese
a todo esto, el debate en torno a cuál de estas variedades debía constituir la
base del español estándar no surgió hasta finales del s. XIX. Durante largo
tiempo prevaleció entre los intelectuales una obsesión por la pureza y unidad,
más bien unicidad y uniformidad de la lengua, y, en consecuencia, el rechazo a
las innovaciones regionales.
La
cuestión en torno a la pluralidad de formas lingüísticas igualmente prestigiosa
no surgió hasta finales del s. XIX, coincidiendo con la consolidación de las
nacionalidades americanas y donde emergieron gran cantidad de voces que
reclamaban su propio geolecto como el ideal de norma lingüística. Pese a ello,
el español estándar mantiene esencialmente el modelo de las hablas
septentrionales.
Así pues, se considera normativa el
habla culta de las principales ciudades hispano-hablantes, de ahí que se
reconozcan como normativas tanto la distinción entre la alveolar sibilante e
interdental como su neutralización
en favor de la alveolar sibilante, tanto la distinción entre las formas
pronominales vosotros y vosotros como el sincretismo de ambas en
la forma ustedes, tanto la distinción
entre la palatal lateral y central como su neutralización en la forma del
yeísmo, tanto la distinción etimológica de los pronombres átonos como el leísmo
castellano.
Chino
Uno de los primeros objetivos del
gobierno tras la creación de la República China fue el establecimiento y
promoción de un modelo de lengua estándar que, además de permitir la
comunicación entre todos sus ciudadanos, debía actuar como elemento unificador
para conseguir así el progreso social.
Uno
de los primeros problemas a los que se enfrentaron en la creación y difusión de
dicha lengua nacional deriva de la elección de la variedad en la que
fundamentar tal modelo de lengua, y así se evidenció en el Congreso para la unificación de la pronunciación. Las variedades
habladas en las principales ciudades, Nankín, Shanghái y Pekín, fueron
propuestas como base para la futura lengua estándar. Las opiniones al respecto
se pueden escindir en dos grandes bloques:
Por
una parte, los delegados de la zona norte, cuyos dialectos se conocen como el “mandarín”, que proponían que únicamente
los rasgos de estos formaran parte del modelo de lengua estandarizada.
Y
por otra parte, los delegados de la costa sur, hablantes de dialectos no
mandarines, que no aceptaban esa propuesta y alegaban para ello que su forma de
hablar no se reflejaría en dicho modelo.
Después
de meses de infructuosas negociaciones, finalmente la conferencia resolvió que
los rasgos fonológicos de los dialectos mandarines continuarían la base de la
lengua estándar china. Entre las medidas que se adoptaron para la promoción y
extensión de dicho modelo destacan: la creación de un diccionario de
pronunciación nacional, la adopción de un sistema de transcripción fonética de
caracteres y la enseñanza de dicho modelo desde la escuela primaria.
Sin
embargo, todos estos esfuerzos resultaron en vano, ya que los sonidos de esta
‘lengua nacional’ eran desconocidos para la mayor parte de la población y solo
un mínimo de eruditos eran capaces de hablar chino conforme a los dictámenes
del modelo establecido, incluso, después de que algunos miembros de la
comisión, como Chao, realizaran grabaciones en las que se reproducía dicho
modelo de pronunciación.
En 1926, La Comisión para la
Unificación de la Lengua Nacional decidió que fuera únicamente la fonología de
las variedad septentrionales, y fundamentalmente los rasgos de la variedad
hablada en Pekín, los que constituyeran la base de la pronunciación estándar, a
la que se llamó Nueva pronunciación nacional.
Posteriormente, el éxito de la variante Guoyu luomazi 国语罗马字 fue tal que, aunque
tradicionalmente había sido identificado como propio de hablantes de un bajo
estatus sociocultural, reemplazó a la pronunciación clásica, no solo en uso,
sino también en prestigio.
Después de la creación de la República Popular
China en 1949, el gobierno intensificó sus acciones con respecto a la
estandarización y planificación lingüística. Fruto de ello fueron dos importantes
congresos que tuvieron lugar en Pekín en 1955: El congreso nacional para la reforma de la escritura y El congreso para la estandarización del
chino moderno. Después de el modelo de lengua china, ahora nombrado putonghua,
no implicará únicamente las características de su pronunciación, las cuales
siguen esencialmente el modelo de lengua promulgado por el Gobierno Nacional de
1930, y cuyos rasgos pertenecían a los dialectos del norte, especialmente
Pekín; sino que también fijará un modelo léxico y gramatical, y que era el que
ya en 1930 reflejaban el 90% de las producciones literarias.