A
diferencia de la península china, las grandes
desigualdades económicas y demográficas en España no la escinden entre
norte y sur, sino entre zonas costeras y zonas interiores. En relación con el
clima y el PIB de las zonas costeras y las de interior, no es de extrañar que
la población se concentre en las primeras, con la excepción de Madrid y su área
de influencia, mientras que las zonas del interior sufren grandes problemas de
despoblación.
Aunque
existen diferencias entre es español hablado en zonas costeras e interiores, el
complejo dialectal del español, al igual que el del chino, traza una división horizontal que lo divide en
septentrional y meridional. Mientras que las hablas septentrionales se formaron
como consecuencia de la evolución del latín al romance, las meridionales son
producto del castellano llevado a tierras andaluzas por los colonizadores
medievales. Otras variedades romances, como el catalán o gallego, sí mantuvieron su estatus de lenguas
diferenciadas y gozan en la actualidad, además de su reconocimiento como tal,
de gran vitalidad.
En cuanto a las variedades, si era
difícil determinar en qué momento los diferentes romances comenzaron a sentirse
como lenguas diferenciafas del latín, no lo es menos determinar en qué momento
se originaron aquellas. En términos generales, se considera que en la segunda
mitad del s. XIV ya se estaban produciendo una serie de innovaciones y cambios
en determinados grupos sociales que desembocarían en el futuro dialecto
andaluz. A finales de este siglo los andaluces ya eran bien conocidos por su
forma particular de hablar.
Ante la cuestión de por qué en Andalucía no se impuso el habla
cortesana de Madrid y por qué en otras comunidades fueron desapareciendo
sus dialectos, la cadena montañosa de Sierra Morena no solo dificultada la
comunicación e intercambio entre las comunidades de ambos lados, sino que también
actuó como defensa de Castilla frente a Al-andalus, y como consecuencia de
ello, en las ciudades andaluzas que iban siendo reconquistadas la influciendia
de la norma castellana fue muy débil. Además, al convertirse Sevilla en una de
las ciudades más importantes, acutó como fuerza irradiadora de los fenómenos
lingüísticos que allí se producían.
A
diferencia de lo que ocurre con los dialectos chinos, las diferencias entre hablas septentrionales y meridionales no impiden
la comunicación.
No ha sido hasta el s. XX que la
academia ha aceptado como normativas algunas pecualiaridades de las hablas
meridionales, las cuales afectan en su mayoría al léxico, pero también a
algunos rasgos de su pronunciación. En realidad, las diferencias de estas dos
hablas se producen esencialmente en el ámbito fonético y léxico, pero, a salvo
de hechos puntuales, no afectan a la estructura de la lengua, su morfosintaxis.
El
gallego, a diferencia del vasco, no era una lengua estructuralmente diferente
al castellano y, a diferencia del reino de Aragón, el condado de Galicia no se
mantuvo como una entidad política autónoma. No obstante, a partir del s. XV el
castellano se introducirá progresivamente e irá desplazando al gallego en los
usos formales, por lo que a partir del s. XVI ambos convivirán en situación
diglósica.
Así pues, algunas de las lenguas y
variedades de romance que se hablaban en la península desaparecieron o se
fusionaron en la forma koiné del español, y otras mantuvieron su estatus de
lenguas diferenciadas, como el catalán, gallego o euskera. Sin embargo, como en
China, durante mucho tiempo tampoco
existió en España una preocupación por parte de las autoridades en lo
que se refiere al establecimiento y promoción de una sola lengua.
Únicamente
se dieron medidas explícitas para la eliminación de la lengua árabe, pero no
porque fuera una lengua distinta a la hablada en la corte, sino porque era la
lengua con la que se identificaba la religión musulmana.
Sin embargo, con la nueva monarquía comenzaron a imponerse
una serie de medidas para fomentar la presencia de un único modelo de lengua,
fundamentalmente el que representaba el habla de Madrid y Valladolid, en toda
España. El propósito de castellanizar las regiones no se debió a la inquietud
lingüística de los Borbones, sino a la implantación de un sistema político y
administrativo a imagen y semejanza del establecido en Francia.
El régimen franquista adoptó una política estatal rígidamente
centralista y unificadora que también afectó a la lengua. Durante la dictadura se
prohibió el uso de otra lengua distinta al español en los ámbitos públicos, por
lo que el catalán, gallego y euskera desaparecieron de los centros de
enseñanza, de la administración, de los medios de comunicación o de las
publicaciones literarias. Gracias a que el uso de estas se mantuvo en ámbitos
familiares y en lugares de emigración, no desaparecieron.
En China, diferentes factores contribuyen y han contribuido a la
división de la península china en dos grandes áreas, la zona noroeste y la noza sureste que, aunque unificadas
políticamente, son muchas las diferencias que las separan, entre ellas, el
clima, orografía, economía y la lengua.
Desde el final de la dinastía Tang,
las variedades del norte y del sur están claramente diferenciadas. Mientras que
los dialectos hablados en la zona norte presentan una gran homogeneidad y son
inteligibles entre sí, la zona sur se caracteriza por una gran heterogeneidad
de hablas que se clasifican en seis grupos dialectales diferentes: yue, min, wu, kejia, xiang y gan. Entre
estos dialectos, las variedades min
del sur, cantonés y shanghainés son las que actualmente gozan de un mayor
prestigio y vitalidad, deido a la pujanza económica de estas zonas. Pese a
ello, la convivencia con el putonghua se realiza en términos claramente
diglósicos, situación favorecida por la ausencia de una tradición escrita para
estas.
Por su localización geográfica, las
variedades habladas en el sur mantuvieron un estrecho contacto con hablantes de
las lenguas tai¸ya que ambas
comunidades tradicionalmente han establecido relaciones comerciales y se han
producido continuos movimientos migratorios. Por ello, algunas de las
características de los dialectos meridionales desconocidas para el mandarín son
atribuidas a la influencia de aquellas. Igualmente, se atribuye a la influencia
de las lenguas tai la posposición del elemento modificador en cantonés, ya que
la forma no marcada en putonghua prescribe que el modificador debe preceder al
modificado.
Por
ejemplo, la forma del mandarín 鸡
(ji)
significa ‘gallo’ o ‘gallina’, pero si le antecede la forma 公鸡 (gong ji) se refiere solo a
‘gallo’. En cantonés, en cambio, ocurre a la inversa, la forma que indica el
género sigue al sustantivo, kaikong (‘pollo
masculino’).
En cuanto a las singularidades de
estas hablas, las diferencias entre unas y otras, aunque llamativas, se
producen esencialmente en el ámbito de la fonética y el léxico, pero no afecta
a la estructura de la lengua, es decir, la morfosintaxis.
Las diferencias más notables entre las variedades septentrionales y
meridionales del habla china residen en la fonética. Por ejemplo, existen
notables divergencias en cuanto al número de vocales (6 en mandarín, 13 en
shanghainés, 7 en cantonés), de tonos (4 en mandarín, 5 en shanghainés, 9 en
cantonés) o de sonidos iniciales (21 en mandarín, 28 en shanghainés, 19 en
cantonés). La mayoría de los dialectos del sur no distinguen entre las
palatales sibilantes retroflejas y dentales, de forma que no diferencian entre
la pronunciación de 是
(shí, ser) y 四 (sì, cuatro). A diferencia del español, en putonghua el punto de
articulación y la aspiración son los rasgos en que se basa la oposición de las
oclusivas.
En ocasiones, las divergencias en la
evolución fonética permiten explicar la existencia de ciertas diferencias
gramaticales y de uso. Por ejemplo, en mandarín la evolución fonética ha
convertido en homófonos ciertas formas que en otros dialectos se mantienen
diferenciadas. En mandarín la evolución fonética ha hecho que ambas formas se
conviertan en homófonas, mientras que en cantonés y en shanghainés se ha
mantenido su diferencia fonética, las cuales han permitido la creación y uso de
compuestos.
También se constatan ciertas
diferencias en la gramática. Probablemente una de las más significativas sea la
variación en el orden de los constituyentes sintácticos. Por ejemplo, la que
afecta al Objeto Indirecto y al Directo. En mandarín, el OI precede al OD,
mientras que en we y en cantonés ocurre a la inversa.
Por
otra parte, en el caso de los dialectos chinos existen también hablas de transición, tal es el caso de
gan o del xiang. Se trata de hablas cuyas características no proceden de una
sola lengua o modalidad peninsular, y precisamente esta singularidad contribuye
a su extraordinaria dialectalización. Mientras que las hablas más arcaizantes
del xiang mantienen la pronunciación de las oclusivas sonoras no aspiradas, en
las hablas más innovadoras se ha perdido el rasgo de sonoridad.
El que el gobierno legislara como
lengua nacional la variedad hablada en Pekín, no implica que esta fuera
únicamente aceptada y menos que no existiera voces discrepantes, especialmente
en los momentos iniciales. Dado que lo que se proponía era un modelo de lengua
estándar, aquel que al ser aprendido permitiera la interacción entre todos los
chinos y que a su vez se convirtiera en lengua nacional, los representantes de
los grandes núcleos urbanos de zona sureste con dialecto propio abogaban por la
creación de diferentes estándares. El problema de la lengua cobró tintes
políticos, reflejándose en las posiciones políticas de “derecha” y de
“izquierdas”. Aunque en la práctica el ptonghia se identifica con el habla de
Pekín, los líderes políticos se han esforzado en afirmar que esta también
refleja los elementos más significativos de los otros dialectos, en las zonas
urbanas y en las rurales.
El discurso por la reducción
progresiva de los ámbitos de uso de otras variedades se mantiene en la
actualidad, de manera que no se aboga explícitamente por la eliminación de los
dialectos, sino por restringir su uso al ámbito de las relaciones familiares y
la expresión de los sentimientos, mientras que el putonghua es la lengua de los
medios de comunicación, de la administración y de la enseñanza